Cuenta mi padre que en una ocasión, cuando aún no había cumplido los diez años, su padre, que vendría a ser mi abuelo, lo mandó al pueblo con dos mulos cargados de carbón.
Mi padre, por aquel entonces un mocoso de nueve años de edad, pero con el tamaño de un niño de seis, al verse al lado de las enormes bestias, con tres sucios sacos de negro carbón cada una sobre su lomo, no pudo evitar sentirse algo turbado.
Los dioses, en la noche de los tiempos, otorgaron a nuestra especie un don misterioso, que es a la vez nuestra mayor fortaleza y nuestra peor condena.
En una fulguraz carrera, el homínido sanguinario de pelo ralo ha desplazado a fieras y elementos y se ha aposentado en el trono que lo señala como el más chulo del barrio.
Martín se levanta temprano. Se viste y baja a la cocina, donde su padre le sirve un vaso de zumo. Martín dice que le apetecen croissants, con lo que, con decisión, se dirige a la puerta de la vivienda y sale al exterior. Sus padres le oyen bajar las escaleras corriendo, con la vitalidad de sus siete años recién cumplidos. Se miran con complicidad, y se dirigen corriendo a la ventana de la habitación más septentrional de la vivienda, desde la que pueden ver la calle y también el portal del edificio. Sonriendo, observan a Martín alcanzar la acera y lanzarse sin mirar a la calzada por la que circula el intenso tráfico urbano. Continua la lectura de El hijo del mundo→
En un mundo que tiende a la eficiencia, la redundancia no tiene cabida. Por ello, el implacable nuevo director de personal va a tomar medidas drásticas, que no van a ser de buen agrado ni populares para muchos. Continua la lectura de El despilfarro ortográfico→
La máxima del capitalismo, ‘a mayor productividad, mayor empleo‘, ha dejado de ser válida. Tradicionalmente, un incremento en la productividad, se traducía en una reducción de precios que ponía el producto al alcance de un sector muy amplio de la población, y provocaba un fuerte incremento de la demanda, con la consiguiente creación de empleo.
En los años 80, en los Estados Unidos, una conocida espiritualista norteamericana de nombre Nancy Ann Tappe, que aplicaba terapias con el color, comenzó a notar que los niños tenían una coloración azul violeta en las capas más exteriores de sus auras, cosa que nunca había visto antes. Intrigada, decidió investigar más profundamente y comenzó a reconocer características comunes en todos estos pequeños. Mayor inteligencia, mayor energía, mayor espiritualidad. Bautizó a esos niños como niños Índigo.
Los datos económicos sobre la distribución de la riqueza en nuestra sociedad muestran la gran desigualdad existente entre pobres y ricos, dibujándonos una dolorosa y demasiado conocida situación, difícilmente justificable, aunque por repetida ya nos hemos habituado a ella . Que además, en tiempos de crisis, esta elite pudiente esté incrementando su riqueza mientras el resto de la población sufre los rigores de la recesión y de los recortes, no hace más que echar sal a la herida. Los ricos son cada vez más ricos, y los pobres, más pobres. Y nada ni nadie parece ser capaz de detener esa tendencia. Continua la lectura de De pobres y ricos→
Una leve brisa recorre constantemente la nave, haciendo circular el aire y conduciéndolo a través de los filtros y purificadores centrales, donde se renueva de oxígeno y libera de impurezas, volviéndolo prácticamente aséptico.Continua la lectura de Crónicas de un senescal. ¡Bacterias!→
¿Cómo serán los viajes interestelares del futuro? ¿Cómo lo haremos para superar las grandes distancias que nos separan de otras estrellas, de otros planetas fuera de nuestro sistema solar?
El Senescal del Jardín de los Susurros, de la nave Walkiria XVII, en su largo viaje de colonización, nos proporciona algunas pinceladas:
Cuenta la leyenda que Gedeón marchó a enfrentarse al ejército de tribus nómadas con un número más que insuficiente de guerreros. Pero a pesar de ello, en un acto que unos catalogarán de extraordinaria confianza en sus posibilidades, y otros de locura o de profunda insensatez, envió a casa a todos aquellos que manifestaron tener miedo ante el inminente y desigual combate. No contento con esto, después de una larga y extenuante marcha de varios días, mandó a sus oficiales a vigilar a sus soldados, y enviar de regreso a todos los que no se mantuviesen vigilantes y alerta. Sólo trescientos hombres superaron esta segunda criba, Continua la lectura de El ejército de Gedeón→